Me gusta mi vida

Thelma & Louise

Sé que corro el riesgo de parecer uno de esos gurús que sueltan frases de autoayuda que quedan tan bien junto a una bonita foto en los muros de Facebook. “La vida es lo que tú quieres que sea”. “No pierdas el tiempo lamentando el pasado y disfruta del presente”. “Cuando una puerta se cierra, otra se abre”. “La vida es como un huerto, que nos regala frutos en función de las semillas que hayamos plantado”.

Vale, la última es cosecha propia, pero las hay muy parecidas. Os invito a que dejéis en los comentarios otras que hayáis leído o que se os hayan ocurrido. Luego podemos elegir las mejores… Bueno, que me enrollo. Lo que os quería decir es que no sé si esos gurús tienen o no razón. Yo nunca he leído libros de autoayuda, y mirad que he tenido motivos para hacerlo… La verdad es que posiblemente este blog haya cumplido esa función.

Que mi propia experiencia pueda ser ejemplo para otras personas que lo están pasando mal me motiva a seguir escribiendo, a explicaros que, por difícil que resulte de creer, sí hay salida. Siempre la hay.

Yo lo he pasado muy mal. Me llegué a sentir anulada como persona, pero eso forma parte del pasado. No hay que olvidarlo para no perder el norte, pero ya está. No podemos refugiarnos en la desgracia ni tomarla como excusa para no actuar.

Os tengo que decir, y no sabéis cuánto me alegro de hacerlo, que me gusta mi vida. He descubierto una Lorena que nunca habría imaginado que existiera, pero no ha surgido como por arte de magia. He sido yo misma, gracias también a todo lo que arrastro, quien la ha moldeado. Soy una persona diferente. Nuestras experiencias necesariamente nos marcan, y en mi caso debo deciros que lo han hecho para mejorar. Ahora soy una mujer orgullosa de serlo; orgullosa de mis virtudes y mis defectos; con la capacidad para elegir qué quiero hacer y con quién quiero hacerlo. Os lo decía el otro día: yo dirijo mi vida y soy la responsable de todas las decisiones que me afectan.

Ahora controlo las riendas de mi vida

Autora: Alicia Heredia

Fantástica foto de Alicia Heredia.

Por fin he vuelto. Me tenéis que disculpar por haber estado desaparecida tantos días, pero es que últimamente me han pasado muchas cosas y he necesitado un poco de tiempo para asimilar los cambios.

La tercera impresión fue buena. Nunca pensé que pudiera congeniar con alguien tan diferente a mí.

Os tengo que hacer una confesión. El encuentro inesperado que tuve en Tenerife fue con el tipo que provocó que me echaran del trabajo en el aeropuerto. Es difícil de creer, pero prometo que es cierto.

Está tan forrado como sospechaba y es un cabrón, pero no tanto como creía. Tiene salvación.

Hablamos mucho, la noche que escribí el post anterior y los días siguientes. Se disculpó y me ofreció la posibilidad de incluirme en algún proceso de selección de las muchas empresas donde tiene contactos.

¿Sabéis qué? He estado toda la vida puteada, incluso cuando no era consciente de ello. Nunca he tenido enchufe en ningún sitio y se me ha quedado la misma cara de tonta que a la mayoría de los que leéis esto cuando he visto cómo un empleo que parecía hecho a mi medida se lo daban al enchufado de turno. He tenido que trabajar por cuatro duros, un montón de horas todos los días, para salir adelante. No os estoy contando nada que no sepáis por experiencia propia. Vivimos en un país de mierda donde el mérito que más se valora es tener buenos contactos.

Pues bien, yo por fin tengo uno buenísimo. Un pastoso forrado hasta las cejas, que nunca entenderé por qué ha entrado en mi vida, pero que, desde luego, me la está cambiando.

Hace tres días me hicieron una entrevista para un puesto administrativo en las oficinas de Barcelona de una importante empresa tecnológica. Mi “enchufe” me aseguró que lo único que iba a hacer por mí era conseguir que me incluyeran en el proceso de selección, así que que me contratasen o no dependería de mis aptitudes. No sé si intercedió o no, si la entrevista y la prueba práctica (muy completita, por cierto) fueron un paripé, pero me da igual. Lo importante es que por fin tengo un empleo digno, con un sueldo digno, unas condiciones laborales dignas, vacaciones y los fines de semana libres para disfrutar de mi hijo y hacer lo que nos dé la gana.

Al final resulta que aquel incidente en el aeropuerto fue una de las mejores cosas que han pasado en la vida. Ya no necesito ni quiero trabajar doce horas diarias, no necesito tres miniempleos para pagar las facturas. Voy a poder ir a buscar a mi hijo al cole y llevarlo al parque todas las tardes.

Cuando echo la vista atrás me doy cuenta de lo mucho que he crecido como persona. Ya hace tiempo que dejé de ser una mojigata con la personalidad anulada por un gilipollas del que me resulta incomprensible que llegara a enamorarme. Cuando se largó me convertí en una amargada en batalla constante contra el mundo, pero ya no. Ahora controlo las riendas de mi vida. He decidido pasarlo bien y aprovechar todas las oportunidades que se me presenten para sentirme una mujer poderosa. No sé explicar cómo ni por qué he experimentado esta evolución, pero sí sé que ahora siento que lo que sucede a mi alrededor depende de mí. Soy yo quien provoca los cambios, y ése es un poder inigualable.