Más que un recuerdo

Obra de Fran Recacha

Cuadro de Fran Recacha que ilustra la cubierta de ‘Con la vida a cuestas’.

El primer día del año es un buen momento para volver a aparecer por aquí. Hace demasiado tiempo que no escribo en este paseo por la vida, así que seguramente habíais creído que lo había abandonado. Pero no. Llevaba tiempo pensando en regresar, pero como soy un personaje literario dependo de mi creador para teclear, y resulta que él está bastante ocupado con proyectos diversos que no le dejan tiempo para dedicar a esta humilde luchadora.

Benjamín ya está en pleno proceso de escritura de su siguiente novela, y, como me temía, una vez que su cerebro se ha llenado de nuevas tramas y personajes, nosotros, los que lo acompañamos durante tantos meses, hemos quedado relegados a un rincón de la memoria.

Sin embargo, yo no me resigno a convertirme en un simple recuerdo, y aquí me tenéis, empujándole a rescatarme, a darme voz de nuevo.

Los personajes de Con la vida a cuestas somos demasiado jóvenes aún como para que nos olviden. Tenemos muchas cosas que explicar y nos encantaría que hubiera mucha gente interesada en conocer nuestra historia. Os voy a revelar un secreto: sueño con convertirme en uno de esos personajes inmortales, como los de esas novelas que por muchos años que pasen, el tiempo no pasa para ellas.

Lo sé. Sé que es un sueño muy fantasioso, pero qué gracia tendría la vida si no la llenáramos de fantasía, de sueños por cumplir, de retos que afrontar.

Si habéis seguido algo de mi trayectoria, o si habéis leído mi historia, ya sabéis que la resignación la desterré hace tiempo de mi vida. Un 1 de enero es un buen día para abandonar lo que nos impide crecer como personas, para mirar hacia delante con optimismo o, al menos, con la resolución de no permitir que nadie dirija nuestra vida.

Es curioso que el personaje de un libro pueda plantearse algo así, ¿verdad? Entenderéis entonces lo curioso que resulta para mí que tantas personas de carne y hueso hayan renunciado a vivir, que se dejen llevar y anden inmersas en un bucle de realidad gris que les impide levantar la vista y plantearse que lo más importante que existe son ellas mismas.

Pero bueno, no quiero que penséis que soy otra gurú con recetas mágicas, ni que me cojáis manía como a esas frases sentenciosas ilustradas con bonitas fotos de paisajes y seres requetefelices. Nada más lejos de mi pretensión que parecerme a Paulo Coelho.

Sólo quería pasarme por aquí a saludar y a comunicaros que mi propósito para el nuevo año es aparecer más a menudo. Intentaré convencer a algunos de los otros personajes para que también lo hagan.

¡Feliz 2016!

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Cómo duele el recuerdo…

recuerdos

Temo que he empezado a recordar. Nadie puede sobreponerse nunca a la noticia de que su hijo ha muerto. A mí me lo dijeron casi tres semanas después de que ocurriera, estando en la cama de un hospital, sin poder moverme, habiendo sobrevivido milagrosamente al mismo accidente que se lo llevó a él. En aquel momento deseé no haber despertado del coma, pero no fui capaz de asimilar la pérdida. No lo haría del todo hasta regresar a casa, dos meses más tarde. Físicamente estaba bastante recuperado. No así mentalmente. Aún hoy no lo estoy. Es más, ahora mismo creo que me encuentro peor que nunca…, porque he empezado a recordar.

Mi mente borró el accidente. Es posible que sea una especie de mecanismo de defensa. Si no lo recuerdas es como si no hubiera pasado. Ojalá fuera así, pero para que funcionara como un verdadero escudo ante las desgracias debería haber borrado los seis años que compartí con él. Ahora que las imágenes de aquel día han empezado a volver, preferiría mantenerlo en la oscuridad.

Acabo de soñar con el accidente. Es la primera vez que se me aparece. Ha sido una escena corta, justo los segundos previos al impacto, y ahora no puedo borrar de mi cabeza la cara sonriente de Eloy. Una cara adorable, simpática, divertida, ajena a la inminente desgracia. Tener la certeza de que no volveré a ver esa sonrisa es insoportable. ¿Qué puedo hacer?