Qué bonito encuentro literario en Babia

Primer Encuentro de las Letras de Babia y Luna

Primer Encuentro de las Letras de Babia y Luna.   Foto: Dalmacio Castro

Es la primera vez que escribo en un cacharro de éstos. Lorena se ha puesto realmente pesada con que tenía que ser yo quien os contara sobre la estancia de Benjamín y su familia en Babia y, bueno, con la ayuda de Ana, mi nieta, creo que conseguiré apañarme con las teclas.

Hay qué ver, quién me iba a decir a mí que un día acabaría usando uno de esos ordenadores. Viviendo en un pueblecito perdido en la montaña, ¿para qué iba a necesitarlo? Pues ya me veis, a mis ochenta y tantos aquí estoy, que parezco una niña pequeña aprendiendo a escribir. Me tendríais que ver, buscando con el dedo la tecla correcta… Menos mal que conservo una vista bastante buena.

Ay, que me enrollo. No os preocupéis, que voy a ser breve, más que nada porque tengo que ir al huerto a recoger unos calabacines para la cena y si me alargo mucho se me va a hacer de noche.

A lo que iba. Ya sabéis que Benjamín ha estado por aquí unos días. Él lo ha escrito en su blog y ya ha explicado cómo fue el acto literario en Riolago. Dice Lorena que incluso ha colgado la grabación… ¿Colgado? ¿De dónde? ¿Cómo es eso…? Ah, que es una cosa de internet… Vale, vale… Pues eso, que seguro que ya habéis leído su crónica.

Es un chico más majo…, y qué bien escribe, ¿verdad? Su mujer, Lucía, también es un sol. Muy simpáticos los dos. Pero el que más, el pequeño, Albert. Qué niño más ocurrente, y no para, todo el día jugando…

¿Qué dices? ¿Que me estoy enrollando? Ay, mujer… Esta Lorena es un poco menos simpática…

En fin, que yo sólo quería contaros que en La Cueta estamos muy contentos de que Benjamín se fijara en nosotros para escribir su novela. ¿Os he dicho ya que es preciosa? Tenéis que leerla. Yo estoy encantada de lo bien que salgo. Mis hijos también, y la niña, Ana, la que más. Es toda una guerrera… ¿Cómo? ¿Que me calle ya? ¿Qué dices de los calabacines?

Ay, sí. Ya lo dejo.

¡Uy, que casi se me olvida poneros el vídeo! Sí, sí, grabamos un vídeo y todo del encuentro literario. Qué bonito fue. Salió todo perfecto. Un encanto todos los participantes. Es que esta Silvia tiene mucha mano para organizar cosas, y es una poeta con una sensibilidad tremenda…

Vale, vale, Lorena; ya está… Ay, señor, qué cruz.

Anda niña, pon tú el vídeo de Benjamín, que yo no tengo ni idea de cómo se hace.

Ah, sí, que no os asustéis por los ladridos, es que estábamos junto a la sala donde se muestran los sonidos de los animales que habitan el Parque Natural de Babia y Luna y, claro, grabando con el móvil ya se sabe…

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Un viaje por los escenarios de ‘Con la vida a cuestas’

Embalse de Barrios de Luna

Embalse de Barrios de Luna, puerta de entrada a Babia.   Foto: Benjamín Recacha

Soy un personaje de ficción. Lorena, la esforzada y asqueada madre separada coprotagonista de Con la vida a cuestas, que en un momento determinado dice basta y decide tomar las riendas de su vida. Soy un personaje de ficción, sí, pero aquí me tenéis, escribiendo, hablándoos desde una pantalla.

A quienes hayáis leído el libro también os habré estado hablando; a través de la voz del narrador, de acuerdo, pero si la historia ha conseguido atraparos, habrá llegado un momento en que esa voz intermediaria se habrá diluido, de forma que los personajes habrán cobrado vida. Cuando eso ocurre, la frontera entre la ficción y la realidad desaparece, al menos mientras uno mantiene las páginas abiertas (o el lector digital encendido). Y es una sensación fantástica, ¿verdad?

Yo leo mucho, sobre todo blogs, aunque también novelas. Os lo podéis creer o no, pero eso no va a cambiar lo que os quiero contar. He leído Con la vida a cuestas… Bueno, está bien, en realidad la he vivido. De lo que os quiero hablar es de la cantidad de escenarios diferentes que aparecen, que en mi opinión casi le llegan a otorgar la etiqueta de literatura de viajes.

En realidad no lo es, porque esos escenarios tienen un papel de complemento; su objetivo es contextualizar y reforzar la carga emocional de la trama, pero, en cualquier caso, os aseguro que dan ganas de hacer más de una escapadita.

Buena parte del relato se desarrolla en la provincia de León… ¿Que si he estado? Mmmm… Vais a tener que leer el libro, porque si me voy de la lengua Benjamín es capaz de cerrarme el blog.

Hagamos un repaso de localizaciones: Barcelona, la gran ciudad, con ese aeropuerto donde he llegado a sentirme tan anulada como persona. Es curioso, también en mi matrimonio llegué a sentirme así, aunque entonces no era consciente de ello… En fin, que me desvío del tema.

Otras ciudades que aparecen son Madrid, Sevilla, Logroño, Pamplona, León, Oviedo…, pero en la mayor parte de los casos cumplen un papel anecdótico. El peso de la novela recae sobre todo en pequeñas ciudades, pueblos y parajes naturales. Yo, por ejemplo, veréis que hago un par de escapadas, a Tenerife y al precioso pueblo granadino de Salobreña.

Alberto visita muchos más lugares. La primera parada en su viaje, físico, pero sobre todo de reconstrucción personal, es en La Rioja, en Nájera, un pueblo que fue reino hace un milenio. Allí descubrirá San Millán de la Cogolla y sus monasterios de Yuso y Suso, y la narración nos llevará también al navarro Valle del Baztán y su capital Elizondo para recordar el trágico pasado de Edurne, “la bruja”.

El siguiente escenario, el más “mágico” para mi gusto, es la comarca leonesa de Babia. Un tesoro escondido, que para muchos no existe más que en el refranero popular. Pues sí, Babia es real, tanto que abruma por su belleza. El embalse de Barrios de Luna nos da la bienvenida a un paraíso natural del que el pueblecito de La Cueta se convierte en Con la vida a cuestas en su capital.

Desde allí, Alberto y otros personajes, como Irina, Ana y Pedro, nos llevan de excursión al Parque Natural de Somiedo, en Asturias, uno de los principales santuarios del oso pardo en España. Aún estoy sobrecogida con el capítulo que protagonizan la osa y sus dos cachorros… Ay, que me voy de la lengua…

No es Somiedo el único enclave asturiano que vamos a visitar con la lectura. También Llanes, Ribadesella, Pechón…, y buena parte de la costa cantábrica, desde la playa de As Catedrais en Lugo hasta San Vicente de la Barquera, ya en Cantabria. Pero, como os decía, la localización principal es la provincia de León.

De Babia a El Bierzo. Villafranca del Bierzo, uno de los puntos clave en el Camino de Santiago, es el enclave central de la tercera parte de la novela. Estoy tentada de dar nombres, pero me voy a tener que contener para no desvelar detalles relevantes…

Sólo diré que dan ganas de hacer un recorrido por todos esos lugares preciosos que aparecen: Ponferrada y su castillo templario, Las Médulas, el Valle del Silencio, los Ancares, otro paraíso natural entre León y Galicia, donde el tiempo parece haberse detenido…

Como veis, la lista es larga. Incluso una parte del relato, en la que conocemos a Helga, la fotógrafa alemana afincada en Villafranca, sucede en Alemania. Vale, vale, ya no digo más.

Sólo añadiré que si decidís darle una oportunidad a esta segunda novela de Benjamín, estoy segura de que os alegraréis de haberlo hecho.